Además de los réditos espirituales que pueda procurar a sus practicantes, esta disciplina nacida hace 5000 años en la India tiene, según sus defensores, efectos saludables. Por ejemplo, un estudio reciente afirma que es un arma poderosa para mantener el bienestar psíquico. Científicos de la Universidad de Boston compararon las resonancias magnéticas cerebrales de personas que paseaban durante tres horas con las de otras que dedicaban el mismo tiempo al yoga. Sus conclusiones fueron que los últimos presentaban niveles más altos del neurotransmisor GABA, cuyo déficit se asocia a la depresión y los trastornos de ansiedad.
Poca marca. Los detractores enfocan sus críticas en el pobre beneficio físico que aporta como ejercicio. Otra investigación, esta vez de la Universidad de Winconsin, contabilizó que en 55 minutos de yoda se quemaban 144 calorías, lo mismo que andar a paso de tortuga.
En cualquier caso, esta disciplina físico-mental ejerce un efecto positivo en una larga lista de enfermedades. Por ejemplo el Centro Nacional de Medicina Alternativa y Complementaria estadounidense recomienda el yoga a las personas con riesgo de diabetes y a quienes sufren hipertensión, dolor crónico lumbar, esclerosis múltiple, enfermedades pulmonares obstructivas, sida inmunodeficiencia, insomnio, artritis inflamatoria y osteoporosis de la rodilla.