El primero fue inventado, antes que los coches, por Sylvanus F. Bowser, en Fort Wayne, Indiana, en 1885. Al principio, se usó para lámparas de queroseno y cocinas, pero con la llegada del automóvil, se hizo imprescindible para llenar los depósitos de los autos. Durante un tiempo se usó su apellido, Bowser, para referirse a las bombas verticales de gasolina.