Seguramente en nuestra infancia hemos tenido que escuchar como nuestros familiares nos aseguraban que no podíamos meternos en el agua después de comer, que íbamos a tener un «corte de digestión» y que nos «podíamos quedar en el sitio».
Sin embargo, esto se trata tan solo de un mito o una «leyenda urbana»: bañarte durante las horas de digestión no te va a matar.
Realmente esta creencia tiene su parte de verdad. Lo que siempre hemos conocido (aunque probablemente no hayamos visto) como un «corte de digestión» no es más que un «shock termodiferencial». Básicamente se da cuando nuestro cuerpo tiene una temperatura muy diferente a la del mar y nos metemos de golpe.
En ese caso podemos tener algunos síntomas como vómitos, náuseas, mareos y hasta desmayos.
Podemos entrar en el mar después de haber comido pero tenemos que tener en cuenta que hay que hacerlo poco a poco (lo típico que siempre nos han dicho de ir humedeciendo la zona del cuello y las extremidades antes).
En el caso de que experimentemos nauseas o algún otro tipo de síntoma, lo mejor que podemos hacer es salir de la playa cuanto antes, hidratarnos con agua fresca poco a poco y esperar a que se nos pase para volver a bañarnos.